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La Sordera, la discapacidad invisible

La Sordera, la discapacidad invisible

Si estás en una empresa comprometida con la inclusión has de saber que la sordera es la discapacidad más invisible de todas.

Aparentemente las personas sordas no tienen signos externos que avise de que necesitan un trato distinto. El verdadero problema es que como no se ve su discapacidad, nadie se preocupa de si han entendido bien lo que se les comunica, porque damos por hecho que lo han oído.

Ni te imaginas los malos ratos que pasa una niña sorda de pequeña que al no entender lo que le dicen en clase, ni a sus compañeros, fácilmente la catalogan como una persona ausente, despistada, poco atenta. Hasta el punto de que su propia familia llega a negar su sordera porque ella hace lo imposible para hacer ver que se entera de lo que se ha hablado y así pasa, un día tras otro, sin recibir ninguna clase de ayuda.

Es posible que, ni tan siquiera sea escuchada cuando confiesa no oír lo que le han dicho, pues dudan de ella y todo esto provoca un estado de ánimo que deberá superar el resto de sus días.

A menudo dicen que las personas sordas son personas reservadas, cerradas, que prefieren vivir en su mundo, pero no es tan cierto como que les gustaría poder decir “no te he entendido porque no te oigo” sin ver las caras de incredulidad de sus interlocutores.

Es tan invisible la sordera, que una persona parcialmente sorda de un oído puede llevar a medias una conversación cuando le hablan por la dirección y sentido del oído bueno, pero queda totalmente en silencio cuando el sonido le viene del oído discapacitado. ¿Qué suele hacer en este caso?  Procura ponerse del lado que oye bien a su interlocutor, pero si resulta que hay dos, uno a cada lado, el agobio por seguir correctamente la conversación puede ser mayúsculo.

La “sonrisa con cara de póker” para simular el seguir con la conversación, el alejarse de los ruidos de la calle, de maquinaria en funcionamiento, de aglomeraciones, e incluso de un restaurante donde vienen de todas partes, hace que sea su solución más utilizada.

¿Por qué, te preguntarás? Pues porque ya está cansada de haber intentado decir que no oía y que nadie le haga caso. Porque cuando la reunión es para otros objetivos no se cree con suficiente derecho como para exigir que las condiciones ambientales sean apropiadas para su audición y la sigue invisibilizando para no llamar la atención, no sea que le perjudique en su puesto de trabajo o de estudio.

Créeme si te digo que cuando vi el video de Laura, enseñando el lenguaje por signos de los sordos por las redes sociales, primero pensé, ¡qué extraordinaria es la tecnología para mejorar la vida de las personas! Y por otro lado me pregunté, ¿cuántas Lauras se necesitan para concienciar a la población de que los sordos son capaces de comunicarse y de mostrar su talento, que la sociedad aún desconoce?

Gracias a la revolución digital, vamos a ser más humanos ayudando más y mejor a personas que realmente lo necesitan a pesar de que no se quejen y no se les note sufrir.

Leí el libro “Las medusas no tienen orejas” de Adèle Rosenfeld y, aunque no haya nunca perdido tanta audición como su protagonista, sí puedo afirmar que me vi identificada en muchos párrafos del libro.

Aquellas risitas de las amigas de pequeña que, al no entender lo que decían, acababan con aquel rintitín de, pero ¿qué dices, es que eres sorda o qué? y otras muchas anécdotas en que confundiendo lo oído, respondía una tontería que las demás estallaban a reír, o la cantidad de veces que contestando sí y viendo la cara de sorpresa del oyente reaccionabas rápidamente diciendo no, no, no. En fin, todo ello hizo que creciera debiéndome esforzar más por entender lo que se explicaba en clase y suplir la falta de oído con la lectura posterior.

Según Louise, la protagonista del libro de Adèle Rosenfeld, cuando observaba a su amigo Thomas, podía sentirse como aquella persona que hubiera sido si no fuera la que era, o la que hubiera podido ser si un implante le permitiera ser normal.

Lo veía:

  • Girar la cabeza al mismo tiempo que los demás hacia donde había ocurrido un suceso;
  • Alzar la vista cuando un avión atraviesa el cielo;
  • Oír conversaciones en un transporte público;
  • Responder a la vez a múltiples peticiones en la calle, con una sonrisa educada engastada en los labios.

A pesar de tener personas muy cercanas que te comprendan, la falta de audición, a veces, no la entienden y la confunden y la reacción puede ser dolorosa.

No vale aquello que Víctor Hugo dijo: ¿Tanto es la sordera de la oreja, si el espíritu oye? La única sordera, la auténtica sordera, la sordera incurable, es la de la inteligencia.

Quizás sí que el estudio, la voluntad, el esfuerzo y la constancia puedan suplir con creces la falta de audición, pero me pregunto, ¿dónde hubiera podido llegar una persona sorda, si se hubiera enterado de todo lo que le ocurría a su alrededor desde la infancia?

Quizás también será por todo ello, que los planes de salud en los seguros de salud privados, que incluyen programas de salud infantil con diagnósticos de otoemisiones acústicas son, para mí, planes muy recomendables, aunque diría que falta mucho para tener el foco en planes de prevención acústica para todas las edades.

 

Transformación en diversidad e inclusión en las empresas, una inclusión real

 

La Fundación Randstad apuesta por la igualdad de oportunidades. Saben que sólo a través de un empleo se puede lograr una integración real de los colectivos en riesgo de exclusión. Y trabajan atendiendo a personas con dificultades auditivas para que encuentre trabajo y puedan ofrecer su talento al servicio de la sociedad. Sólo con esta diversidad será posible una sociedad más igualitaria dicen y yo lo comparto plenamente.

Su programa “La Revolución de lo Humano” remarca las cualidades propias del ser humano en un mundo cada vez más tecnológico. Estas habilidades serán un pilar fundamental en los próximos años debido al cambio del mercado laboral por la digitalización. Los equipos serán más diversos para que afronten los nuevos retos y mejoren los servicios y productos de las empresas.

Laura López Espejo sorda profunda desde nacimiento, con una familia oyente menos ella, su hermana y su prima es un ejemplo destacable. Es educadora y maestra de educación infantil y de educación especial en aulas de infantil y primaria.

Su proyecto personal, orientado a padres con hijos sordos y profesores, ha revolucionado las redes sociales y podéis verlo en este enlace "Aprende con Lauu".

Incansable luchadora reclamando siempre los derechos de los niños y profesionales de la docencia sordos. Si Laura está enseñando a personas sin discapacidad a ser más capaces, ¿deberíamos seguir considerándola una persona con discapacidad?

Por mucho que la tecnología avance, ¿podrá alcanzar el talento de las personas?

La inclusión la hacemos entre todos, y debemos pensar que podríamos ser nosotros los que sufriéramos el desprecio de la exclusión, ya que también existen sorderas sobrevenidas por enfermedades, por efectos secundarios de medicación y por accidentes.

Esas sorderas que, son una de las incapacidades permanentes que podríamos sufrir a lo largo de nuestra vida, pueden cambiar totalmente el rumbo de esta, si en la sociedad no damos prioridad a la inclusión y a la prevención.

¿Habías pensado alguna vez en la discapacidad invisible y sus consecuencias?

Maria Torra