¿Podemos asegurar el dolor?
El dolor, ese polizón que, sin billete, sube al barco para acompañarte en tu viaje y se instala cómodamente para no bajar. Cito el dolor físico, porque no sabría decir si el mental es peor. Lo que sí puedo decir, es que le conoces y no le dices “Tanto gusto” y sólo esperas que se vaya para olvidarte de él. Como si nunca hubiera existido, como si fuera alguien de quien se habla, pero nunca le has visto la cara. ¿Pero qué caray he hecho yo para tener que conocerlo? ¡No hacía falta que me lo presentaran!
Nacemos en el dolor de la madre, y para saber que estamos aquí, nos arrancan el primer llanto. Un buen día sin más, te despiertas y te ha venido a ver. Y tú, amable, le hablas al oído y le preguntas, ¿qué haces aquí? ¿Qué se te ha perdido, para que hayas venido a verme? Y se hace el longuis, para no responder. Pasaba por ahí, no quería molestar, será una visita corta, no me haré pesado. Pero la visita se alarga y se alarga, y crees que debes ser tú quien no está acostumbrada, y, de un momento a otro, se irá.
No hace falta ser grosera, no hay que echarlo a empujones, ni sacarlo a patadas. Disimula y verá que no es grata su presencia. Pero insiste y persiste y cuando se hace constante y no abandona, entonces te desesperas y pides ayuda.
Lo explicas a quien crees debería saberlo y entonces confunden el origen de su insistencia. Esperas que deje de darte la murga y no lo hace.
En este punto el médico de cabecera, sin tomarme siquiera el pulso, confundió un dolor muscular por un cólico nefrítico. Inmediatamente se me suministró un calmante mediante una inyección en el muslo. Una receta con más calmantes en cápsulas y pastillas y para casa.
Todo sea que ya conocía lo que es un cólico nefrítico y que el dolor viene y se va como cuando tuve los dolores de parto, menguando el dolor con unas buenas respiraciones, cuando ese dolor no menguaba de ninguna manera, al contrario, le pedí a mi marido que me llevara a urgencias al Hospital Comarcal de l'Alt Penedès a Vilafranca del Penedès.
Debo decir que me atendieron muy rápidamente, me llevaron a un bóxer y me suministraron calmantes intravenosos de inmediato. Entonces realizaron las analíticas, más tarde una radiografía y finalmente una ecografía. Ninguna de las pruebas dio indicios de un cólico nefrítico, pero a pesar de ello, sin un claro diagnóstico y unos dolores que no cedían, a las ocho de la tarde, me chutaron un calmante más potente y me enviaron a casa, para que el médico de cabecera hiciera el seguimiento.
Esa noche pasé la noche en vela. El dolor persistía y cada vez era más insoportable, pero lo aguanté. Al día siguiente lo pasé tumbada en la cama que era el único lugar soportable, pues ni de pie ni sentada el dolor se podía resistir, con una pierna derecha como un corcho, hasta muy cerca de la rodilla.
La siguiente noche, peor que la anterior, toda la noche despierta hasta que, rendida, me dormí a una hora muy avanzada de la madrugada. Cuando me desperté, estaba sola y el dolor era tan intenso que prácticamente no podía ni moverme de la cama.
Entonces, volví a llamar al dispensario de mi pueblo y no me contestaban. Por lo que llamé al número de Telemedicina de mi seguro médico privado.
Contada la situación, me dijeron que tenía que ingresar rápidamente en un hospital por lo que fuera que tuviese y me enviaron una ambulancia.
Pensando que el Hospital Comarcal de l'Alt Penedès no tenía el equipo de resonancia magnética en funcionamiento, pues lo oí en los bóxers, dos días antes, me decanté por un hospital privado. El caso es que debía escoger el hospital privado más cercano y me equivoqué de todas, todas.
¿Por qué? Pues porque desestimé los hospitales pequeños que tenía más cerca, el de Martorell Fundació Hospital Sant Joan de Deu y el del El Vendrell Policlínica Comarcal del Vendrell, por no haber oído hablar de ellos y también toda la lista de centros hospitalarios de la ciudad de Barcelona, por la infinidad de atascos de tráfico que existen desde que la AP7 ya no es de pago. Entonces, se me ocurrió que el Hospital General de Catalunya era el más apropiado de todos los que me sugirieron y hacia allí me llevaron.
Llegué al gran Hospital Universitari General de Catalunya y, al cabo de unas horas, la impaciencia apareció.
Decir si cabe, que no tengo ninguna queja de las personas que me atendieron, por su amabilidad y cordialidad, pero sí debo decir y por eso lo manifiesto, que, si las personas hacen las entidades, la dirección es la responsable de los servicios de las mismas y aquí la dirección falla en serio.
Cuando una persona va a urgencias, transportada por una ambulancia, está claro que no es un capricho o algo que deba menospreciarse, aunque no sea de vida o muerte.
Está comprobado que el dolor sólo lo conoce quien lo sufre, ahora bien, las personas, que están acostumbradas a atender a otros con dolor, teniendo los medios, deberían ser más resolutivas y buscar, al menos, todas las vías para mermarle aquél dolor, sin caer en la solución fácil de suministrar tan solo calmantes, pues así no van a por la causa, que, si no se ataca, éste no desaparece.
Al cabo de un buen rato de estar en una camilla, en urgencias, vino a verme una traumatóloga, pues yo había explicado que antes de venir había hablado por teléfono con el urólogo de mi marido, explicado los síntomas, habiéndome hecho hacer algunas cosas, y me había dicho que no era un cólico nefrítico, que me hicieran una resonancia magnética en la parte abdominal, pues le parecía que aquello podía ser una falsa ciática, lo que se llama "síndrome piramidal".
La traumatóloga me miró y tocó la espalda y casi confirmó que era aquello lo que me ocurría, sin embargo, que me harían varias pruebas para confirmarlo y descartar cualquier otra posible lesión.
Pasadas unas horas, me ingresaron en una habitación, siguiendo las prescripciones de los calmantes indicados desde el inicio, y a esperar.
“No se puede tener a una paciente ingresada 8 días en un hospital, esperando pruebas, donde está postrada en cama haciendo justamente lo contrario de lo que le conviene.”
Cuando el dolor no se apacigua con calmantes y se pide un diagnóstico por el que se deben realizar pruebas, entrando por URGENCIAS, con un diagnóstico aproximado inicial, una solución previsible mediante fisioterapia, no se puede tener a una paciente ingresada 8 días en un hospital, esperando pruebas, donde está postrada en cama haciendo justamente lo contrario de lo que le conviene (todos tenemos acceso a información contrastada por internet), por muy bonita que sea la habitación, (ver la foto), por muy amables que sean las enfermeras y enfermeros, (ninguna queja, al contrario, muy atentos a pesar de que no sabían nunca ni el día ni la hora que se harían las pruebas), una traumatóloga que por no dar una solución práctica y útil para reducir el dolor (a las pregunta: ¿cuándo? se encogía de hombros, o retrocedía hasta desaparecer de la habitación y no recibir más preguntas), que avanza un posible tratamiento que nunca llega, por la descoordinación de facultativos, la confesión de la doctora de la unidad del dolor cuando dijo, a los ocho días de estar ingresada, que la acababan de avisar.
Descoordinación de facultativos, pésimo sistema informático, ineficiencia, desperdicio de recursos y una habitación ocupada que podría haber sido más útil para otro paciente, un gasto excesivo, y lo peor: inocular fármacos con efectos secundarios demasiados días.
¿Cómo puede ser que un traumatólogo de un hospital no trabaje haciendo equipo con fisioterapeutas y ni siquiera te prescriba su intervención?
Cuando pasa todo ese montón de despropósitos, pides el alta voluntaria.
Por supuesto haré la oportuna reclamación. La haré no por mí, sino por los que, como yo, (se oía por los pasillos quejas idénticas de otros pacientes ingresados) puedan tener la mala suerte de ir a parar allí. De hecho, ya he contestado a una encuesta de la que no he recibido ninguna respuesta.
En mi caso, aunque sentía mucho dolor, constante y rabioso, ya sabía que no era de vida o muerte y como, por suerte, de momento, estoy bien de muchas constantes que otros pacientes no, pensaba, incluso lo dije: ¿Cuántos pacientes se les puede complicar lo que padecen por falta de atención a tiempo? No sabían qué contestarme.
Todo este desbarajuste, durante la noche, la bestia se desataba a pesar de todo lo que, en ocho días, me daban, sin apaciguar el dolor.
El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional, decía Buda. Mi opción fue irme y pedir el alta voluntaria. ¿Cuál puede ser la de otros?
Ya puedes imaginar si te recomendaré este hospital HUGC.
Con todo esto, lo que quiero también manifestar es que los servicios sanitarios no son la aseguradora médica, si ésta concierta sus servicios y tiene el centro de su propiedad.
Que la aseguradora debe velar por los servicios que tiene concertados y por ello tendrá mi oportuno informe por el trato recibido y que, desgraciadamente cuando estás mal, no estás en plena capacidad de decisión y los cuidados externos deberían funcionar de otro modo y ser más eficientes.
Quizás me equivoqué al escoger el Hospital, quizá hubiera tenido que ponerme en contacto con la compañía, cuando veía que todo esto se alargaba inexplicablemente, pero a ciencia cierta es que, ahora, que estoy mejor, tras un par de sesiones con una buena osteópata, tengo que hacerlo saber.
No puede ser que la sanidad pública ni privada funcione mal. Se juega con la vida de personas. Primero, porque son personas, sean de la edad. sexo y procedencia que sean y tienen todo el derecho a recibir una atención correcta. Segundo, porque es uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, la Salud y el Bienestar, de los que tanto nos llenamos la boca. Pero, además, porque pagamos mucho dinero a lo largo de nuestra vida laboral por la atención sanitaria, y los que encima pagamos un seguro médico privado, no puede ser que recibamos un trato tan deplorable. Sin hablar de los días que al estar de baja no he atendido a mis tareas profesionales y las pérdidas que eso puede ocasionarme.
Después, las estadísticas nos dirán que el gran gasto que hay, por el subsidio de las bajas por incapacidad temporal y por incapacidad permanente, no aguanta los presupuestos del Estado. Que las empresas tienen una baja productividad por las bajas laborales. Que si hay carencia de personal médico y sanitario pues se va del país.
Yo no sé si me gustaría trabajar en un hospital donde todos los días hubiera de oír quejas, por la falta de coordinación de los servicios. No creo que el mal funcionamiento de un hospital privado se deba a un colapso de pacientes por falta de atención en la sanidad pública. Tiene que haber algo más que podrían solucionar. Intentaré hacer llegar mi queja a la dirección de éste para que lo sepa. El resto ya no está en mis manos.
Se puede asegurar la atención sanitaria para garantizar que las personas tengan acceso a la salud privada, que es innovadora, rápida, completa, internacional, accesible las 24 horas del día de cualquier día del año, con acceso a una segunda opinión con los mejores especialistas del mundo, pero, el seguro no son los facultativos ni los centros sanitarios y, por lo tanto, si ellos no actúan como se espera, las aseguradoras solo lo saben si los usuarios lo comunican. Hagamos crítica constructiva y esperemos que nuestra participación llegue a quién corresponda y contribuya a mejorar la atención sanitaria, tanto pública como privada.
Todo ello es de responsabilidad profesional y social.